martes, 9 de marzo de 2021

Un libro para la reconciliación en Irak

Este domingo 7 de marzo en la ciudad de Qaraqosh en Irak, el Papa Francisco devolvió a los cristianos un libro sagrado de liturgia, luego de 10 meses de restauración en Italia tras haberse salvado del odio destructor de los terroristas del Estado Islámico (ISIS).



El Santo Padre entregó el libro sagrado, conocido como Sidra, a Mons. Yohanna Butros Mouché, Obispo de Mosul, durante el evento realizado en la iglesia de la Inmaculada Concepción en Qaraqosh.

Sidra, el libro sagrado de liturgia de los siglos XIV y XV, es un manuscrito de caracteres siriacos que contiene las oraciones litúrgicas en arameo para las fiestas desde la Pascua hasta la de la Santa Cruz.

La restauración fue coordinada por la Federación de Organismos Cristianos de Servicio Voluntario Internacional (FOCSIV) y del Ministerio italiano de Bienes Culturales.

En enero de 2017 el libro fue identificado por los periodistas Laura Aprati y Marco Bova, para ser luego entregado a Mons. Yohanna Butros Mouché, que luego lo envió a Italia.

Una vez en Italia, con un delicado trabajo, que además fue gratuito, del Instituto Central de Patología de Archivos y Libros (ICPAL) del ministerio italiano, se enmarcó y se restauró algunas de sus peculiaridades como la encuadernación antigua y la tinta especial usada para las miniaturas. 

La Sidra estaba en mal estado: desde la estructura hasta los pigmentos de las miniaturas pasando por la fragilidad del papel y las tablas de la encuadernación.

Para restaurar el libro sagrado fue necesario un examen lingüístico y una comparación con algunos volúmenes siriacos de la misma época conservados en la Biblioteca del Vaticano.

El único elemento original del libro, que tuvo que ser indispensablemente sustituido, fue el hilo de costura de los fascículos, que igualmente fue conservado.

Ivana Borsotto, presidenta del FOCISV, comentó sobre la restauración la Sidra que “devolverla a su casa y que fuera el Papa Francisco, en este histórico e importante viaje a esta tierra, dársela a sus fieles y a su Iglesia, tiene ciertamente un fuerte valor simbólico: el regreso y la recuperación de las raíces comunes en lugares donde la guerra no solo ha destruido sino que ha intentado erradicar las tradiciones y las culturas distintas a las seculares”.

Sin embargo, resaltó, estas fuerzas no han sido capaces de “cancelar toda huella que pudiese recordar, incluso mínimamente, la historia de una convivencia pacífica de la cristiandad presente desde hace siglos en estos lugares”.

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